Francisco proclamó santos a dos papas

Dos enormes retratos de Juan XXIII y de Juan Pablo II presidieron la ceremonia en la que fueron declarados santos. Bajo su mirada, el papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI oficiaron una histórica ceremonia a la que asistieron cientos de miles de fieles, que cantaron y rezaron y guardaron silencio bajo una lluvia fina.

La de este domingo fue la primera jornada "con cuatro papas" en la historia de la Iglesia.

La plaza, que se llenó rápidamente después de que se abrieran las puertas a a las cinco de la mañana, rompió el silencio respetuoso en contadas ocasiones: cuando Benedicto XVI hizo su aparición, cuando Francisco salió de la Basílida y cuando ambos se saludaron.


Poco después de las 10:30 hora local (8:30 GMT), llegó el que era quizá el momento más esperado por los fieles. Y Francisco pronunció una palabra latina que muchos parecieron comprender: "Decernimus" ("Lo ordenamos").

Un mandato que convirtió en santos para la Iglesia católica a Juan XXIII y Juan Pablo II.

En su homilía, Francisco definió a Juan Pablo II, quien lideró a los católicos desde desde 1978 hasta su muerte en 2005, como "el Papa de la familia", mientras que a Roncalli lo calificó de un "pastor, un guía-guiado".

De ambos, aseguró el Papa argentino Jorge Bergoglio, se puede decir que "colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar" la Iglesia.

La decisión inédita hasta este domingo, de canonizar a dos papas a la vez, fue tomada por Francisco en un gesto "político" que, según los vaticanistas, buscaba reconciliar -o dar representación- a dos tendencias dentro de la Iglesia: la conservadora, que ve en Juan Pablo II un ícono, y la más progresista, que considera a Juan XXIII (Papa entre 1958 y 1963) como un punto de inflexión en la modernización de la institución.

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Frente al altar desde donde el Papa celebró la ceremonia de canonización, 93 delegaciones internacionales asistieron a la primera canonización doble de dos papas en la historia. De ellas, 16 fueron latinoamericanas, un 17% del total.

El orden de las sillas perfectamente alineadas en las que se sentaron los dignatarios, contrastaron con el tumulto del resto de la plaza, donde se reflejó durante unas horas el mapa humano del catolicismo.

Hubo religiosos –sacerdotes, frailes y monjas con hábitos variados– pero la mayoría fueron laicos.

No hay cifras oficiales sobre el origen de los peregrinos, pero una mirada alrededor, basta para dar una idea aproximada del crisol de procedencias que llena esta plaza.

Los polacos fueron los más numerosos. No sorprende.

Muchos de ellos portaban grandes pancartas con el retrato de su compatriota Karol Wojtyla.

Y algunos movían al viento banderas con los colores rojo y blanco de Polonia, algunas de ellas con el nombre del sindicato católico Solidaridad, cuyo papel fue clave en la caída del socialismo en aquel país.

En el centro de la plaza, un grupo de mujeres camerunesas con trajes confeccionados para la ocasión: en la falda, rodeados de un estampado de colores vivos, los retratos de Juan XXIII y Juan Pablo II.

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"No podíamos perdernos esta celebración", decía una de ellas.

Pero, además del polaco, fue el español la lengua que más se escuchaba en la plaza. Porque la mañana de la canonización San Pedro, especialmente antes de la ceremonia, fue un lugar bullicioso.

El recogimiento de quienes rezaban arrodillados no parecía interrumpirse por los cantos. "Esta es la juventud del Papa", repetían una y otra vez una veintena de adolescentes con banderas de España al hombro.

Después de la misa, la plaza empezó a vaciarse. Muchos peregrinos, algunos de los cuales habían pasado noche en vela, comenzaron su viaje de vuelga.

Y las puertas de San Pedro quedaron abiertas para quienes quisieran visitar y rezar ante las reliquias de los dos nuevos santos de la Iglesia católica: Juan XXIII y Juan Pablo II.

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